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Trastornos de la conducta alimentaria: empecemos a hablar de los atracones

Por Virginia Brenta Lic en Nutrición y Micaela BilBao Lic en Psicología

Cuando pensamos en Trastornos de la Conducta Alimentaria, la Anorexia y la Bulimia aparecen como los diagnósticos más reconocidos socialmente, o al menos los que tienen mayor visibilidad. Sin embargo, una mirada más profunda nos permite concluir que los trastornos más prevalentes, es decir, los que padece gran porcentaje de la población, son los trastornos por atracón. Desde la Universidad Nacional de La Plata se analiza y profundiza las causas y los alcances de esta afección del SXXI.

Actualmente, nos encontramos ante la dificultad del registro de diagnóstico de este trastorno debido a los juicios de valor que existen sobre la cantidad de comida que las personas ‘deben’ consumir. Se trata de juicios ligados a una cultura dietante y una sociedad gordofóbica, que atentan contra el reconocimiento de esta problemática.

Si bien los TCA se diagnostican mayormente en población femenina, el atracón es un trastorno que aparece más comúnmente en hombres. En comparación con la mujer, la proporción es 6:4, a diferencia de la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN), en cuyos casos la proporción es 1:9.

Para caracterizar un episodio de atracón, son dos los factores a considerar:

En primer lugar una ingesta de alimento mayor a lo que la mayoría de las personas comerían en un periodo de tiempo corto en circunstancias similares; y en segundo lugar, una sensación de falta de control durante el episodio. Puede ocurrir que el primer punto no se desarrolle de manera explícita sino que la cantidad consumida supere lo que la persona considera “necesario” o “suficiente” para su ingesta (esto producto de la búsqueda constante de control).

Otra de las características importantes para caracterizar este comportamiento radica en que es muy poco común que luego de estos episodios exista una conducta compensatoria, como sí ocurre frecuentemente en los casos de BN.

Suele ser uno de los TCA más estigmatizados, ya que si bien hay un estigma muy fuerte sobre el peso corporal, también hay una gran estigmatización del comer mucho.

¿Cuáles son las posibles causas?

Cuando se habla de TCA y sus causas, nos encontramos con diversos factores predisponentes, desde genéticos, biológicos, psicosociales hasta psicológicos; siendo estos últimos los que más nos interesa desarrollar.

Es importante destacar que un trastorno por atracón encuentra entre sus principales causas las restricciones alimentarias, conductas que tienen una gran aceptación; son las mal llamadas “dietas”.

Ya desde la niñez esto se pone en juego dando lugar a conflictos con el cuerpo y los alimentos desde los inicios del desarrollo (la comida como castigo o premio, por ejemplo). En este sentido la familia juega un rol muy importante, como también en la idealización de la delgadez y el estigma del peso.

Frente a diversos mandatos sociales y paradigmas de salud peso centristas, que generan gran insatisfacción corporal, con frecuencia se consulta con el profesional de la salud tras el objetivo de bajar de peso; la respuesta más recurrente es un plan de alimentación que casi siempre consta de un déficit calórico.

Lo que poco se informa es que esta conducta sostenida en el tiempo hace que el cuerpo entre en estado de supervivencia y sufra de hiperfagia (hambre extrema). Inevitablemente, en la mayoría de los casos, se desencadenan los atracones.

Otra posible causa es la falta de permiso incondicional para comer; no hay libertad para elegir qué, cuánto, cómo y dónde comer; dividir los alimentos en prohibidos y permitidos, y “moralizar” la conducta alimentaria. A veces esta herramienta suele darse desde el consultorio del nutricionista: días o comidas permitidas. Por ello, como profesionales, es necesario replantearnos qué palabras usamos, qué recomendamos, y tomar dimensión que nuestro proceder puede generar en el consultante una problemática con la alimentación.

¿Cuáles son las señales que dan las personas que comienzan a pasar por este trastorno?

A pesar de que en estos trastornos lo que más se evidencia es la conducta frente al alimento en sí, la emocionalidad tiene gran lugar aquí. No debemos olvidar que los TCA son de origen psicológico.

En esta interrelación de emoción-alimentación, podemos hablar de un espectro del comer emocional, es decir que el recurso de la comida va desde la gratificación sensorial (un postre), el confort (búsqueda de placer), hasta la distracción, la sedación y el castigo (procrastinar, tapar y lidiar con emociones); contemplando que estas últimas pueden provocar mucho daño en la subjetividad.

En estos casos, la compulsión alimentaria aparece como un consumo regular de comida, superior al hambre fisiológico, en una vez, o en un “picoteo” constante; y se caracteriza por exceder el umbral de plenitud y llenura. Puede estar impulsada por la restricción (física o mental), dando así lugar al ciclo restricción-atracón.

También una de las señales más comunes es la culpa, un sentimiento que llega con fuerza luego e -incluso- durante la ingesta; culpa por “romper la dieta”, o por elegir alimentos “que no tengo permitidos”. Se suma a ello una gran búsqueda de control, que lleva finalmente a un desorden en relación a las ingestas, dando lugar incluso a una necesidad constante de alimentos, sobre todo al finalizar el día, cuando ya no se puede tapar más el hambre.

La culpa y la falta de autoconocimiento llevan a una ingesta desordenada de alimentos, y allí aparecen las señales de que la persona no está teniendo una relación equilibrada con su alimentación.

¿Cómo se puede salir una vez que se lo está transitando?

Estos trastornos son fácilmente asumidos como “falta de voluntad” dentro de un paradigma peso centrista y dietante. Vivimos en una sociedad que puja a la moderación, a la disciplina, al “no pain, no gain”. Generalmente las personas que padecen estos trastornos son abordadas con culpa, con mayor inducción a la voluntad y a la restricción.

Cuando estos casos llegan a profesionales de la salud pesocentristas, pudiendo poner en palabras la cantidad de comida ingerida, la respuesta común es: “hay que comer menos”, “no te estás cuidando”, “hay cuidarse en las comidas”, “no tengas esos alimentos a tu alcance”. Esto sólo genera más culpa y sufrimiento.

Para salir de este bucle de déficit calórico – hiperfagia – atracón, es muy importante pedir ayuda, que haya un equipo interdisciplinario al que se pueda recurrir (psicólogos y nutricionistas, en el mejor de los casos). Empezar a trabajar en conjunto las causas y sus posibles soluciones. Brindarle a la persona información segura acerca de los alimentos y de cómo actúan en el cuerpo. Quien padece este tipo de trastorno, requiere herramientas para que pueda llevar acabo el autoconocimiento, el permiso incondicional para comer, trabajar sobre una estructura flexible con las comidas.

¿Cómo se lo aborda desde la nutrición y desde la psicología?

En primer lugar debe haber una valoración integral de la salud del consultante, trabajar de manera interdisciplinaria permite abordar la problemática desde todos sus puntos y no quedarnos sólo con lo ‘visible’.

El rol de la nutricionista en la Psiconutrición es el de brindar información y herramientas. Información real y segura sobre la función de los alimentos, deconstrucción de mitos, tratar de explicar y enseñar señales de hambre y saciedad, sobre el funcionamiento del metabolismo cuando se encuentra en estado de supervivencia. Dirigir las consultas para que la persona entienda lo que le pasa es un primer paso fundamental.

Trabajamos también sobre la búsqueda y aprendizaje de herramientas que le permitan re construir el vínculo con la alimentación y el cuerpo; para ello es importante pautar objetivos a corto plazo, tangibles, que no generen frustración. Hablar y profundizar sobre conceptos como: peso, diversidad corporal, diversidad de alimentos, metabolismo, etc.

La atención psicológica es un pilar fundamental, ya que es importante poder abordar la psicopatología que se desprende de este tipo de trastornos. Se trabaja sobre creencias limitantes, que no permiten lograr autonomía, confianza y autovaloración en el paciente; así mismo se busca descargar la culpa que es muy fuerte y el estigma que hay en relación a las conductas que se desprenden de este padecimiento, siendo una de las barreras más importantes para pedir ayuda.

Elaborar en conjunto actividades que sean del orden de lo placentero, que sirvan de corte y contención frente a la ansiedad que genera el TA, y trabajar sobre el monitoreo corporal que se desprende del temor a aumentar de peso frente al consumo de los alimentos de manera desregulada; puede ser necesario evadir la imagen en períodos tempranos del TA.

Es importante y necesario revisar los propios sesgos del peso, y considerar que la compulsión no se trata de una “falla personal”. Deconstruir la cultura de dieta y la gordofobia, acompañar a construir redes de apoyo y límites asertivos, nuevos objetivos y empoderamiento a nivel personal.

¿Se cura definitivamente o quedan secuelas? ¿Puede volver a surgir?

Cuando hablamos de Trastornos de la Conducta Alimentaria en general, siempre hay una tendencia a las generalidades de los casos, aclarar esto no es algo menor ya que lo que realmente sucede en la práctica es un caso por caso. Por lo tanto si pensamos en cura o en posibles consecuencias al respecto de haber atravesado un TA, tenemos que considerar no solo el proceso en relación a la recuperación individual, sino también las posibilidades y los contextos en donde están inmersos las personas que lo sufren.

Como bien dijimos, estas patologías están atravesadas e influidas por los juicios a nivel social que hay en relación a los cuerpos y frente a ello aún queda mucho trabajo por hacer (construir y deconstruir) como agentes sociales.

Así mismo, como profesionales, estamos inmersos en paradigmas donde el peso y su control aparece como pilar fundamental en lo que es “salud”, por lo tanto, también es fundamental que la persona que atravesó/atraviesa TCA pueda cuestionar esas prácticas, y busque profesionales en los que pueda confiar de manera integral; siendo muchas veces estos espacios los que tienden a desencadenar en estas conductas y creencias disfuncionales.

* Micaela Bilbao, Lic. en Psicología egresada de la UNLP

*Virginia Brenta, Lic en Nutrición egresada de la UCALP

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